La saudade
Toda poesía –y la canción es una poesía ayudada– refleja lo que el alma no tiene. Por eso la canción de los pueblos tristes es alegre y la canción de los pueblos alegres es triste.
El fado, sin embargo, no es alegre ni triste. Es un episodio de intervalo. Lo formó el alma portuguesa cuando no existía y deseaba todo sin tener fuerza para desearlo.
El fado es el cansancio del alma fuerte, la mirada de desprecio de Portugal al Dios en que creyó y también lo abandonó.
Fernando Pessoa
El fado es saber que no se puede luchar contra aquello que tenemos; es aquello que no podemos cambiar. Es preguntar por qué y no saber por qué, es no dejar de preguntar y al mismo tiempo saber que no tenemos respuestas.
La propia palabra fado, “fatum”, es el destino; por lo tanto ya todo eso está englobado en el destino, en sus misterios y en cómo relacionarse con el destino; en el fado hay una aceptación, es decir, no hay lucha; no es como por ejemplo en el flamenco, en el que se zapatea y se protesta, no hay una danza, en el fado no hay movimiento; hay una actitud quieta a la espera del destino, siempre en el mismo sitio, no se distrae al destino con movimientos. El fado es llegar a la sabiduría de escoger el hecho de aceptar, no sólo estar obligados a aceptar, sino escoger aceptar algunas de las cosas que el destino nos ofrece.
La nostalgia que hay en el fado es una nostalgia creativa, no habla de tristeza ni de conformismo. Es la nostalgia como creación, la saudade, toda esa interiorización tan diferente de España; algo que da el Atlántico, que remite a una pequeñez y a una lucidez que hace a los portugueses puramente atlánticos; hay una equivocación cuando se considera a los portugueses mediterráneos. No, Portugal es atlántico. Y en el fado eso también se ve muy bien.
En el libro “El laberinto de la saudade” de Eduardo Lorenço, se afirma que para los portugueses el Mesías es el pasado; o sea, que ese Mesías ni siquiera tiene posibilidad de volver, es un Mesías que no llegará nunca.
Todas las personas desde fuera creen que la saudade es algo muy triste, pero no debemos identificarla ni con la melancolía. Es algo positivo. Es un pensamiento hacia, un recuerdo. Eduardo Lorenço dice que la saudade es como un resguardo de permanencia en nuestro corazón, en nuestro pensamiento y en nuestra memoria de las cosas que han estado tan vivas que nunca se van a morir.
De una entrevista a Mísia en «Una belleza diferente»