Cuando hablamos de los orígenes del fado sólo la fecha de su nacimiento, en los comienzos del siglo XIX, es una certeza. A partir de aquí entramos ya en el campo de las hipótesis más o menos acertadas. Una de ellas otorga el origen a los musulmanes que vivieron durante varios siglos en el barrio lisboeta de Mouraria. Tras la reconquista cristiana de Lisboa, los árabes desarrollaron un tipo de cantos dolientes y melancólicos que se asemejaban al fado en su forma de vocalizar. Pero hay en esta teoría un gran problema temporal: los musulmanes abandonaron la península en el siglo XV y el fado como tal no surge hasta el siglo XIX.
La segunda teoría nos habla del origen afro-brasileño del fado. Cuando la familia real regresa a Portugal desde Brasil en 1821, trajo consigo nuevas costumbres. Entre ellas un baile muy popular en el país americano que mezclaba elementos de danzas populares portuguesas con otras llevadas desde el África occidental por los negros. Esa danza se acompañaba de un canto al que las gentes llamaban “fado”. Este tipo de cantos se funde al llegar a Portugal con las culturas locales de los barrios de Lisboa y contribuye al nacimiento de ese tipo de canción urbana que seguimos conociendo como fado.
El origen marítimo del fado es la hipótesis defendida con mayor intensidad por algunos estudiosos. El fado es una canción portuaria susceptible a recibir nuevas influencias. El tema del mar y los marineros es recurrente en esta manifestación musical y el hecho de que el primer fado que conservamos sea el “Fado do marinheiro”, de 1840, da aún mayor veracidad a esta hipótesis.
Las teorías más recientes dan al fado un origen puramente portugués, fruto del romancero tradicional. Defienden que el fado antes de ser un género musical fue un texto poético.
Como expresión musical propiamente dicha, surge en Lisboa a principios del XIX y despunta como música portuaria en un ambiente multicultural. Comienza manifestándose en las zonas más antiguas de la ciudad y a ser cantado en espacios sociales como tabernas, patios y calles de Alfama, Castelo, Mouraria, Barrio Alto y Madragoa. El fado estaba entonces basado en versos populares que reflejaban el estado del alma de aquellas gentes que vivían una cotidianidad difícil. Desde sus orígenes quedó ligado a las clases sociales más desfavorecidas y tuvo connotaciones despectivas de las clases más altas.
En el primer cuarto del siglo XIX gana dimensión gracias a la figura legendaria de Maria Severa Onofriana, uno de sus mayores símbolos, la primera “cantadeira” de fados. Severa fue una mujer de una belleza apabullante, bohemia, temperamental y prostituta de profesión. Murió a los 26 años de edad y fue sepultada en una fosa común del cementerio de São João, al parecer, por propia voluntad. Tras su muerte se convirtió en fuente de inspiración en el medio artístico, particularmente en la poética fadista, en el teatro y en las artes plásticas.
Durante casi todo el siglo XIX, el fado se mantiene en los ambientes pobres y los prostíbulos lisboetas, y en esta centuria no se perciben en él evoluciones relevantes. Es ya a comienzos del siglo XX cuando evoluciona en sus formas poéticas y artísticas, cuando gana una complejidad rítmica, una mayor riqueza y cuando es acogido por los escenarios. Son también de esta época las primeras grabaciones en discos de 78 rpm. En 1925, con la aparición del micrófono eléctrico, los artistas comienzan a fijar sus obras en soporte sonoro. El fado llega entonces con facilidad a las casas de las familias de clase media. En la misma década comienza su difusión radiofónica.
Pero a pesar de su ascenso, en los años 20 del pasado siglo, llega a ser prohibido por la dictadura que puso fin a la Primera República. Algunos artistas realizan en esta etapa sus giras internacionales y esto hace que en los años 40, y como reacción a la prohibición, se consolide como la gran canción nacional. Nace entonces la figura del fadista artista, y de las antiguas tabernas se pasa a los teatros, el cine, las radios y las casas discográficas.
A pesar de este cambio, el fado sigue fiel a sus orígenes en la temática. Se abordan aún los pequeños temas cotidianos, el amor, la saudade, los celos, la pasión y las “touradas”; sin embargo, los fados que tocaban temas sociales o políticos fueron censurados por la dictadura de Salazar.
En los años 50 y 60, gracias a Amália Rodrigues, el fado llega a su internacionalización definitiva. Su primer disco se grabó en Brasil en 1945 y a este le sigue una carrera que la llevó por América, Europa, Oriente Medio, Asia y África. De la mano de Amália Rodrigues entran en el mundo del fado los grandes poetas portugueses contemporáneos como Pedro Homem de Mello, Alexandre O’Neill, David Mourão-Ferreira, José Carlos Ary dos Santos, António Botto, Affonso Lopes Vieira o Manuel Alegre; además se pone música a poemas de clásicos de Portugal, como es el caso singular del fado “Com que voz” de Luís de Camões. La preocupación por la calidad de los textos hace que otros fadistas como Teresa Tarouca, Carlos do Carmo o Beatriz da Conceição incorporen a sus repertorios poemas de los autores antes mencionados, y posteriormente poemas de Pessoa, Sophia de Mello o Miguel Torga.
Hasta los años 70 el fado tuvo una presencia constante en el cine; se produjeron grandes éxitos de taquilla. En 1947 Amália protagonizó de forma magistral la película “Fado: História d’uma cantadeira”. Sobresalían también en el cine otros fadistas como Fernando Farinha, Hermínia Silva o Deolinda Rodrigues.
La televisión emite regularmente desde 1957 hasta 1974 programas de fado, esto permitió al público relacionar a los fadistas con su imagen, el fado se hace en Portugal un género tremendamente popular.
Tras la Revolución de los Claveles, la canción protesta se impone y el fado, del que el antiguo régimen dictatorial de había apropiado, sufre una gran decadencia de la que sólo se recuperaría a finales de los años 80. Tras la estabilización del nuevo régimen democrático, ya en 1976, el fado será recuperado por la izquierda a través del poeta Ary dos Santos. En 1977 Carlos do Carmo editó el album “Um homem na cidade” que se convirtió rápidamente en un clásico de la música portuguesa; todos los poemas que integran el disco fueron escritos por este poeta.
Fue 1991, el año en que Mísia publicó su primer álbum, el punto que podemos considerar como el inicio del nuevo fado; aunque ella afirmó recientemente en una entrevista: «El fado para mí siempre fue nuevo». Mísia trajo al fado por primera vez a poetas como António Lobo Antunes y fue la primera fadista en pisar algunos de los teatros de referencia en el mundo entero.
Sin embargo, es con Dulce Pontes con quien el fado se proyecta mundialmente. Su “Canção do mar”, una nueva versión del tema “Solidão” que formaba parte del repertorio de Amália Rodrigues, se escuchó en las radios de toda Europa y formó parte de la banda sonora de la película Primal Fear, protagonizada por Richard Gere, que en varias ocasiones mostraba el disco durante la película.
Camané edita en 1995 “Uma noite de fados” y se convierte en la máxima referencia del nuevo fado lisboeta, y la mayor figura masculina del fado de esta nueva generación.
En 1997 Joana Amendoeira gana el concurso Grande Noite do Fado y un año después publica su primer disco “Olhos garotos”. En este nuevo siglo es una de las fadistas de mayor repercusión internacional.
En 1999, el día 6 de octubre, muere Amália Rodrigues. Portugal decreta tres días de luto oficial y millares de personas asisten a su funeral para dar un último adiós a la mayor artista de la historia de la música portuguesa. Dos años después de su muerte es trasladada al Panteón Nacional, la primera mujer que en Portugal mereció tal honor.
Su legado prevalece y no hay fadista que no interprete sus temas. Es la gran musa de todas las generaciones posteriores y a ella se debe en gran medida el reconocimiento del fado, de la cultura portuguesa y de la lengua portuguesa en el mundo.
El nuevo milenio esta siendo por el momento rico en nuevos fadistas. Una nueva generación de grandes voces y músicos, de poetas relevantes y jóvenes compositores van en estos primeros años del siglo engrosando la discografía fadista con obras de impresionante calidad. La cantante Mariza, por poner sólo un ejemplo, consigue con su primer álbum cuatro discos de platino en Portugal y es el primer caso de una fadista nominada a los Grammy.
El fado se abre camino y se abren para él las fronteras de la música. Ana Moura colabora en 2005 en un proyecto ideado por el saxofonista de los Rolling Stones y Prince se considera admirador suyo. Ricardo Ribeiro graba un disco con el instrumentista libanés Rabih Abou-Khalil.
En 2007 el realizador español Carlos Saura estrena la película “Fados”, un delicado homenaje a este género musical que recibe el premio Goya a la mejor canción original, el tema interpretado por Carlos do Carmo “Fado da saudade”.
En 2009, coincidiendo con el décimo aniversario de la muerte de Amália Rodrigues, Carminho publica su primer disco “Fado”. Obtiene en poco tiempo varios galardones y el reconocimiento de la crítica portuguesa a internacional.
En definitiva, y a pesar de que algunos puristas consideran que el fado murió en los años 60, esta manifestación musical lisboeta, expresión poética del sentimiento del ser humano, sigue, lleno de vida, su camino en este nuevo siglo. Es cierto que se ha alejado de sus raíces más primitivas, como también sucedió con el tango, el flamenco o la música rebético, pero eso no es más que una muestra de su desarrollo, de su resurgimiento y de la vigencia que se le augura para los próximos años.
El 27 de noviembre de 2011 fue proclamado por la UNESCO Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Un reconocimiento universal a su valor artístico, social y poético. Esperemos que este galardón sea con el tiempo sólo un acontecimiento más que añadir en la larga cronología de esta forma de sentimiento hecha canción.